lunes, 18 de julio de 2016

Donde dije Diego, digo dichos

En episodios anteriores de Palabros Encadenados hemos hablado de las frases hechas del español, y de sus curiosos orígenes. Las frases hechas también pueden llamarse modismos, y no hay que confundirlas con los refranes. Se caracterizan porque su significado no es el que se deduce de las palabras que lo forman (recordad “echar un polvo” o “poner los cuernos”) y porque no se pueden modificar. Normalmente, son imposibles de traducir a otras lenguas, aunque casi todas las lenguas tienen expresiones equivalentes. Vamos a continuar con ese tema, pero nos vamos a centrar en un tipo muy específico de frases hechas. Aquellas protagonizadas por personas. Ya sabéis, Perico el de los palotes (expresión ya usada en tiempos de Felipe II); o fulano y mengano (que vienen del árabe y significan “persona cualquiera” y “quien sea”).

Más feo que Picio: A principios del siglo XIX, durante la Guerra de la Independencia, vivió en Alhendín (Granada) un zapatero llamado Francisco Picio. No sabemos los delitos que cometió, pero sí sabemos que fue condenado a muerte. Poco antes de la ejecución, rezando en la capilla, le dieron la noticia de que acababa de ser indultado. Al parecer, la impresión que le causó la buena noticia fue tan grande que perdió todo el pelo, incluido el de las cejas y las pestañas, y su rostro se deformó con quistes y bultos.

No es Picio (aunque podría serlo), es El tío Paquete, de Goya.