El siglo XVII es conocido en
España como el Siglo de Oro. Desde luego, en literatura, no ha habido en
nuestro país un siglo ni siquiera comparable. Oído al parche: Cervantes, Lope
de Vega, Góngora, Quevedo, Calderón de la Barca, Tirso de Molina o Juan Ruiz de
Alarcón. Esta constelación de estrellas, este Dream Team de la pluma se
concentró en un periodo que abarca, aproximadamente, desde 1580 hasta 1680. La
poesía, la narrativa y el teatro alcanzaron su máxima expresión.
Sin embargo, todos estos autores
no eran precisamente una pandilla de amiguetes. Las envidias, los éxitos y los
fracasos hicieron mella en sus relaciones personales. El caso de Góngora y
Quevedo es, sin duda, el mejor ejemplo. A todos nos han contado que se odiaban
a muerte, que dedicaban interminables horas a escribir versos y más versos para
insultarse y humillarse el uno al otro. Pues, ¿queréis saber un secreto? No fue
para tanto.
El cordobés Luis de Góngora y Argote (1561-1627) fue un auténtico referente
durante los casi 50 años que duró su carrera como escritor. Tanto, que su
estilo influyó en otros nombres como Lope
de Vega y… ¡Quevedo! Sí, es cierto. Quevedo admiraba a Góngora. Al menos
literariamente. Tal fue su importancia que al movimiento literario que
practicaba, el culteranismo, se le llama también gongorismo. Este tipo de
poesía era, como su nombre indica, culta, oscura, enrevesada. Se basaban en los
clásicos, pero utilizando figuras retóricas que convertían los poemas en textos
hermosos y al mismo tiempo complicados.
Por su parte, el madrileño Francisco
Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (1580-1645) fue la figura más importante del movimiento llamado conceptismo.
En este caso, los poemas iban al concepto, al significado más sencillo, y
jugaban a diversificarlo y darle muchos matices. Era una poesía menos culta,
más accesible, aunque también menos elaborada. En cualquier caso, ambos eran
genios. Según algunos autores, la leyenda acerca de su gran rivalidad se ha
creado más al enfrentar ambos estilos literarios que a los propios poetas.
Un lance del siglo XVII, de Francisco Domingo Marqués.
Cuando Quevedo empieza a componer versos, Góngora es ya un poeta
cuarentón y respetadísimo. Es difícil de creer que se sintiera amenazado por un
jovenzuelo desconocido. Quevedo escribió, de joven, un poema contra la forma de
escribir de Góngora. Veamos un fragmento del poema Contra don Luis de Góngora y su poesía:
Éste, en quien hoy
los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.
Se ve enseguida que Quevedo no se cortaba cuando hacía
falta. Y diréis, ¿no acabas de decir de la rivalidad entre ellos no era para
tanto? Sí, pero eso no quiere decir que no ocurriera. La razón, probablemente,
fue el afán de Quevedo de alcanzar la fama y el reconocimiento de Góngora, y su
desacuerdo con su forma de escribir.
Las firmas de Quevedo y Góngora. (Fuente, Wikipedia).
Góngora, aunque más fino, tampoco se cortaba. En este
fragmento acusaba a Quevedo, que había traducido obras del griego, de no
entender el idioma, y de paso se reía de sus problemas de vista:
Con cuidado especial vuestros anteojos.
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.
Ya se ve que, aunque ambos
se atacaran, Quevedo era el más agresivo. Seguramente, debido a que era más
joven, y tenía más ganas de pelea. Ojo a los siguientes versos. En ellos, don
Francisco acusa a don Luis del peor pecado que se le podía imputar a nadie en
el siglo XVII. El terrible pecado de ser judío:
Yo te untaré mis obras con tocino
Porque no me las muerdas, Gongorilla,
Perro de los ingenios de Castilla,
Docto en pullas, cual mozo de camino.
Porque no me las muerdas, Gongorilla,
Perro de los ingenios de Castilla,
Docto en pullas, cual mozo de camino.
“Untaré mis obras con
tocino”. Los judíos tienen prohibida la carne de cerdo. No hay mucho más que
explicar. En este mismo poema, Quevedo llama a Góngora “perro” y “bufón”. No
obstante, según la creencia popular, hay otro rasgo para reconocer a los
judíos: la nariz. En las ideas de la época, la nariz grande era una seña de
identidad hebrea, y Góngora tenía una gran nariz aguileña. Gracias a eso,
Quevedo escribió uno de los poemas más conocidos de toda la literatura española
(seguro que te sabes el principio):
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca aariba,
era Ovidio Nasón más narizado.
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca aariba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
Pero si había que insultar,
Góngora tampoco se quedaba atrás. En este conocido fragmento acusa a Quevedo
(y, de paso, a Lope de Vega, su otro gran enemigo) de borrachín, llamándole “Quebebo”:
Hoy hacen amistad nueva,
más por Baco que por febo,
don Francisco de Quebebo
y don Félix Lope de Beba.
más por Baco que por febo,
don Francisco de Quebebo
y don Félix Lope de Beba.
Esta se la debía, porque
Quevedo le había acusado a él de jugador empedernido. El enfrentamiento entre
estos dos gigantes no pasó de los versos, nunca se liaron a navajazos en un
callejón, aunque sí ocurrió algo más personal: en 1625, Góngora vivía en una
casa propiedad de Quevedo. El cordobés pasaba por problemas económicos y no
pudo pagar uno de los plazos. ¿Os imagináis que hizo Quevedo? Cual Esperanza
Aguirre de la época, ¡desahució a Góngora!
De aquí fue desahuciado Góngora. Si hubiera estado Ada Colau... (fuente).
Hoy en día seguimos con la
idea de un odio a muerte y un desprecio que, aunque fue un juego literario, ha
marcado la historia. Mirad este fragmento de la película Alatriste (2006), y la
reacción de Quevedo, interpretado por Juan Echanove, al ser increpado por
seguidores de Góngora:
Viggo Mortensen con acento raro. Lee sobre la peli aquí.
Espero haberos aclarado
algo sobre esta legendaria pelea o, al menos, haberos entretenido un ratito.
Como decía don Francisco, Las palabras son como monedas, que una vale por
muchas como muchas no valen por una.
Cuidado que si Aguirre se entera de que la mencionas va a exigirte que le cambies el nombre al artículo y la incluyas!!
ResponderEliminarCuidado que si Aguirre se entera de que la mencionas va a exigirte que le cambies el nombre al artículo y la incluyas!!
ResponderEliminarNo pasa nada, llamo a los agentes de movilidad...
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