El cine se inventó hace poco más
de cien años, y desde entonces ha ido adquiriendo cada vez una importancia
mayor en nuestras vidas. Se podría pensar que se trata de un simple
entretenimiento, pero lo cierto es que su influencia en nuestra sociedad es
mayor de lo que parece (pensad en lo que suponen las películas a nivel
económico, sin ir más lejos). Culturalmente hablando, el cine ha desplazado al
teatro como el espectáculo favorito de las masas y, por supuesto, eso ha
influido en nuestra forma de expresarnos.
Cuando algo está bien hecho,
decimos que está de cine o de película. Cuando alguien se inventa
cosas y se deja llevar demasiado por la imaginación, le llamamos peliculero. Y no sólo eso. ¿Cómo olvidar
expresiones tan hermosas y tan españolas como la cagaste Burt Lancaster o no
te enrolles Charles Boyer?
Sin embargo, la influencia del cine en nuestro idioma va más allá de expresiones absurdas con actores de los años 50. Hay palabras que utilizamos de forma más o menos habitual, y que la mayoría de gente no sabe que surgieron de una película. Veamos algunas.
Rebeca
Es el ejemplo más conocido. Una
rebeca es, según la RAE, una chaqueta femenina de punto, sin cuello, abrochada
por delante, y cuyo primer botón está, por lo general, a la altura de la
garganta. Estas chaquetas existen desde hace mucho tiempo, pero la palabra
empezó a usarse en España a raíz del éxito de la película Rebeca (1940), de Alfred Hitchcock. La protagonista de esta
película, la actriz Joan Fontaine, lucía esta prenda en el film. La gente
empezó a pedir en las tiendas chaquetas “de esas que lleva Rebeca”, con lo que
con el tiempo, el nombre empezó a utilizarse para la propia chaqueta. ¿Sabéis
qué es lo más curioso? La protagonista de la película no se llama Rebeca.
Rebeca es un epónimo, es decir, un
nombre común obtenido a partir del nombre propio de una persona o un lugar. Y no
es la única prenda de ropa que es epónimo. Otros casos similares: un cardigan,
chaqueta de punto pero de corte masculino, se llama así por Lord Cardigan, un
oficial británico de la Guerra de Crimea. ¿Recordáis las pamelas? Esos
sombreros que llevan las infantas en las bodas, que parece que vayan a
sintonizar la tele. Se llaman así por la novela Pamela (1740), de Samuel Richardson (que también fue película).
Un ejemplo más español: en 1931
se estrenó una opereta de Pablo Sorozábal, con libreto de Emilio González del
Castillo y Manuel Martí Alonso, llamada Katiuska, la mujer rusa. La protagonista llevaba unas botas de
media caña que se parecían a las que la gente usaba cuando llovía. Ya os
imagináis el resto: las señoras empezaron a pedir en las tiendas botas como las
de Katiuska, y el tiempo hizo lo demás. Pero volvamos al cine.
Paparazzi
Ay, los periodistas… Pero no, hoy
no voy a meterme con ellos. Esta palabra es de origen italiano (¿soy listo,
eh?). Pero resulta que no significa “periodista del corazón”, sino que es el
nombre de un personaje de la película La
dolce vita (1940), de Federico Fellini. Bueno, en realidad el personaje, interpretado por Walter Santesso, se
llama Paparazzo. Con el éxito de la película, esta palabra empezó a usarse para
nombrar a los periodistas de la prensa rosa (en plural, paparazzi). Fue la versión en plural la que llegó a España, y es
usada hoy en día a diario, sobre todo en televisión.
Bocata
¿Verdad que todos creíais que “bocata”
era sólo la abreviatura de “bocadillo”? Yo también, hasta que investigué para
este artículo. La cosa también va de italianos. Resulta que, a mediados de
siglo (el siglo XX, claro) se realizaron en España diversas películas
coproducidas entre nuestro país e Italia. La presencia de actores y técnicos
italianos dio lugar a bromas, malentendidos… y nuevas palabras. Los trabajadores
españoles empezaron a decirles a los italianos cosas como “vámonos a comer un bocata”, italianizando la palabra
bocadillo. Se lo inventaron, claro, porque bocadillo en italiano se dice panino. El caso es que el término tuvo
éxito, y se convirtió en un neologismo muy usado hoy.
Macho
No es que la palabra macho se
inventara en el cine. Por supuesto, ya existía, pero en el español de España,
hasta la Guerra Civil, sólo se utilizaba para referirse a los animales. Era en
el español de América donde se usaba para referirse a los hombres. Fue gracias
al cine, concretamente al cine mexicano, que la palabra se popularizó aquí. Películas
como Jalisco nunca pierde (1937) o Allá en el rancho grande (1936) animó a
los españoles a decir cosas como: “Macho, cuánto has tardado”.
Allá en el rancho grande, allá donde vivííííííííííííaaaaaa.
Gay
Sí, amigos. Esta palabra se usa
gracias al cine. Como sabéis, gay es una palabra inglesa que hemos introducido
en el español. Es decir, es un préstamo léxico. La palabra existe en inglés
desde hace muchos años, pero siempre había significado simplemente “alegre” o “extrovertido”. Se utilizó en dos películas protagonizadas por Cary Grant. Eran La fiera de mi niña (1938) y La
novia era él (1949). En ellas, por exigencias del guion, el actor aparecía
vestido de mujer y, al ser preguntado por qué lo hacía, decía que era porque
quería ponerse gay of all sudden (alegre de repente).
-Katherine, estás enfadada porque la bata me queda mejor que a ti. Lee sobre la peli aquí.
La palabra empezó a usarse por la
propia comunidad homosexual, con el objetivo de añadir algo de humor y de
comprensión, en lugar de las numerosas palabras desagradables que todos conocemos para
referirse a ese colectivo.
Hay muchas otras palabras y
expresiones cinematográficas en nuestra lengua cotidiana. ¿Quién no ha dicho
alguna vez siempre nos quedará París,
le haré una oferta que no podrá rechazar
o a Dios pongo por testigo que jamás
volveré a pasar hambre? Si queréis saber más sobre el cine en nuestra
lengua, no os perdáis el libro Palabra de
cine, de José Luis Borau (aquí).
Eso es todo por hoy, amigos. ¡Que la Fuerza os acompañe!
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