miércoles, 24 de febrero de 2016

El día que a Agatha se le fue la olla

Si os preguntaran cuál es el escritor más traducido del mundo, ¿qué responderíais? A mí me lo preguntaron y dije que Shakespeare (¿realmente fue un autor?). Parece lógico ¿no? Otros dirán que Cervantes, Dumas, Dickens, o incluso Homero (si es que existió). Pues no es ninguno de esos. Desde los años 70, la Unesco lleva la cuenta exacta de cuántas traducciones se hace de cada autor (puedes consultarlo aquí), y la lista está llena de sorpresas. Shakespeare es el número 3; Dumas, el 13; Dickens, el 25; y el único autor en castellano de los 50 primeros es García Márquez, en un espectacular puesto 49. En las primeras posiciones aparece gente como Danielle Steele o Nora Roberts, autoras de novela rosa, e incluso algún escritor de cómics como René Goscinny. Pero la primera, la creadora que ha llegado a más rincones del mundo, es Agatha Christie.

La reina del suspense, la emperatriz de las historias detectivescas. Creadora de Hercules Poirot, icono de los investigadores solo superado por Sherlock Holmes. La gran dama de la vuelta de tuerca, del final inesperado. Agatha Christie (1890 – 1976) publicó más de 70 novelas, la gran mayoría de ellas historias de detectives, además de relatos, poemas y obras de teatro. Una de ellas, La ratonera, batió todos los récords, al representarse ininterrumpidamente desde 1952. ¡La han hecho más de 25 000 veces! Para que luego digan que Pretty Woman la repiten mucho.

Sonríe porque está pensando en asesinatos. (Fuente).

miércoles, 10 de febrero de 2016

A cada paso, salta un gazapo (parte 2)

Los medios de comunicación son una fuente inagotable de ejemplos para los cruzados de la lengua, como yo. Precisamente inauguré este blog con unas cuantas muestras de cómo no se debe escribir (puedes leerlo aquí). Hablamos en aquel artículo de errores ortográficos, y de puntuación pero, en realidad, los fallos más habituales no son culpa de las tildes o de las comas. El motivo es el más básico: no releer lo que se escribe. Dedicar apenas unos minutos a repasar el texto que acabamos de escribir evitaría la gran mayoría de meteduras de pata. Eso, o la presencia de un corrector (me refiero a un ser humano, no al corrector de Word).

Errores de elección de palabras

Y es que, como ya he dicho en alguna otra ocasión, hay veces en que lo que suena tan bien en nuestra cabeza no tiene ningún sentido en el papel (¿recordáis a la señora de 103 años que murió dos días consecutivos?). Mirad, por ejemplo, lo que hizo esta ambulancia.

miércoles, 3 de febrero de 2016

El código Napoleón: la Piedra Rosetta

A todo el mundo le fascina el antiguo Egipto. Es misterioso, exótico, sus monumentos son impresionantes. Napoleón no fue una excepción. Aunque escondía intenciones más prácticas, gracias a él (más o menos) pudimos descubrir muchas cosas hasta entonces desconocidas sobre el país de los faraones. Sin ir más lejos, su misteriosa escritura. Los jeroglíficos, esos dibujitos grabados en las paredes de los obeliscos en los que hay pájaros, hombrecitos, soles…

Vamos a aclarar las cosas. La escritura de los egipcios es más compleja de lo que parece (y ya parece la leche de compleja). En realidad, hay tres tipos de escritura: los jeroglíficos propiamente dichos; la escritura hierática, que era una forma abreviada de la jeroglífica usada para textos religiosos; y la demótica, que a su vez simplifica la hierática, y se utilizaba sobre todo para asuntos cotidianos.

Pajaritos, hombrecitos, barquitas... (Fuente)