lunes, 2 de mayo de 2016

El (errado) Día del Libro

Todos los años celebramos el Día del Libro el 23 de abril. El nombre oficial que le da la UNESCO es Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. Su objetivo es promover el fomento de la lectura y el respeto a los derechos de autor a nivel internacional. Aunque no todos los países lo celebran el mismo día, la fecha está bastante arraigada. La mayoría de naciones lo celebran en mayor o menor medida. En España, por ejemplo, es el día de entrega del Premio Cervantes, concedido por el Ministerio de Cultura y considerado el galardón más importante para autores en lengua castellana.

¿Por qué el 23 de abril? Bueno, seguro que la mayoría lo sabéis. El 23 de abril de 1616 murieron dos de los autores más importantes de la historia de la literatura. Ambos son el pilar sobre el que se asienta la literatura de sus respectivas lenguas, el español y el inglés. Me refiero, por supuesto, a Cervantes y a Shakespeare. Evidentemente, es una razón de peso. La conjunción cósmica de que fallezcan el mismo día del mismo año dos figuras del peso de estos dos es un milagro estadístico. ¡El mismo día del mismo año! También falleció ese mismo día del mismo año el Inca Garcilaso de la Vega, otro autor muy importante, aunque no tan conocido para el gran público. ¡Milagro! ¡Los tres el mismo día!

No creo en los milagros.

Cervates jauregui.jpg
Retrato de Cervantes atribuido a Juan de Jáuregui. No es su cara de verdad

Miguel de Cervantes Saavedra (1547 – 1616) fue el inventor de lo que hoy conocemos como novela. Don Quijote de la Mancha es la piedra de toque de la literatura española, y ningún autor posterior en lengua hispana se puede concebir sin ella. Algo que, por cierto, él nunca buscó. Cervantes nunca quiso ser novelista, su máxima ambición fue triunfar en el teatro, como lo hizo su rival Lope de Vega. Murió frustrado por no conseguirlo. Pero antes, tuvo tiempo de ser perseguido por la justicia, y de participar como soldado en la batalla de Lepanto.

Después de eso, continuó su vida de soldado durante varios años. Cuando estaba a punto de regresar a España (de hecho, estaba ya frente a las costas de Palamós), fue capturado por los turcos y trasladado a Argel, donde fue encarcelado. Cervantes llevaba encima unas cartas de recomendación firmadas por Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe II, y eso hizo creer a los raptores que era alguien muy importante. Por eso pidieron 500 escudos de oro por su libertad. Una auténtica fortuna.

                                                  La Cueva de Miguel de Cervantes, el ilustre cautivo
La cueva donde Cervantes se refugió en uno de sus intentos de fuga. (Fuente).

Como nadie estaba dispuesto a pagar tanto, Miguel y su hermano Rodrigo estuvieron cinco años presos en Argel. Cuatro veces organizó fugas que no tuvieron éxito, lo que nos da la idea del tipo de hombre que era: no temía a nada. Finalmente, fue liberado gracias a la donación de una orden religiosa: los Trinitarios. Seguro que os suena el nombre, porque está relacionado con la muerte de don Miguel.

Años después, siendo ya escritor a tiempo completo, Cervantes residía en Madrid. Habitó en varias casas, siendo la más conocida la que está en la calle del León, esquina con la calle de Francos (actual calle de Cervantes). Era allí donde vivía en 1616, cuando falleció a los 68 años (una edad muy avanzada para la época) a causa de diabetes. Y resulta que murió el… 22 de abril de 1616. Así es, un día antes de lo que se creía. El motivo de la confusión viene porque el 23 fue el día que fue enterrado, por expreso deseo del escritor, en el convento de las Trinitarias, la misma orden (aunque en este caso, de monjas) que consiguió su rescate. Sus restos aún permanecen allí, aunque no se sabe exactamente en qué punto del convento. En 2015 se encontró un conjunto de restos de varias personas, entre los que cuales se supone que están los de Cervantes, pero no se puede decir que realmente sepamos dónde están sus huesos.

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Retrato de Shakespeare anónimo. Tampoco es su cara de verdad.

Cruzamos el charco para conocer a William Shakespeare (1564 – 1616). El día 23 es el favorito de los fans del Bardo, porque ya su nacimiento se suele situar el 23 de abril (aunque en realidad no se sabe qué día nació, sólo que su acta de bautismo es del 26). Shakespeare es la piedra angular de la literatura inglesa, con especial relevancia en el teatro, del cual se le considera el primer autor mundial en cualquier lengua. Toda su vida estuvo dedicada al teatro, ya fuera como autor, actor o productor teatral.

Como dramaturgo, a Shakespeare se le ha acusado de poco original, de plagiador, e incluso de no ser realmente autor. Además, por si fuera poco, fue denunciado por impagos varias veces, y todos los originales de sus obras se perdieron en un incendio en el teatro Globe, incluyendo una curiosidad: una obra titulada Cardenio, inspirada en un episodio de (¿lo adivinan?) Don Quijote. Sí, en efecto, el gran William leyó la obra de don Miguel. Bueno, la primera parte. El hecho de que todos sus originales se perdieran es una las razones de más peso para aquellos que dudan de su autenticidad como autor.

                                                                                          Así era el Teatro Globe antes de arder. (Fuente).

Ya hemos visto que su vida no fue precisamente un camino de rosas. Su muerte tampoco lo fue. Tradicionalmente, se ha creído que Shakespeare falleció debido a sus excesos con la bebida. Para concretar: que se fue de juerga con sus colegas Ben Jonson y Michael Drayton, y que la curda fue tal que ya no se levantó. Estos artistas, gente de mal vivir. Estudios recientes sostienen que lo que se llevó al Cisne de Avon fue un cáncer en su ojo izquierdo, una forma bastante menos poética y mucho más dolorosa de morir.

Y eso fue el día 23 de abril. ¿Cómo, pero todo este artículo no era para demostrar que ni Cervantes ni Shakespeare murieron ese día? Bueno, es que sí murió ese día… pero de otro calendario. En el siglo XVII, Inglaterra usaba el calendario juliano, que era una prolongación del que usaban los romanos. En esa época, varios países, entre ellos España, ya se habían pasado al calendario gregoriano, que es el que seguimos usando hoy en día. Pero Inglaterra no lo haría hasta 1752. Y resulta que el 23 de abril del calendario juliano era el 3 de mayo para el resto del mundo, ya que había 11 días de diferencia entre ambos calendarios.

Shakespeare fue enterrado en la Iglesia de la Santísima Trinidad en su ciudad natal, Stratford-upon-Avon, en un lugar preferente (no creáis que por su talento como autor, sino por sus generosas donaciones al templo). Allí yace aún, aunque nadie ha comprobado sus restos, seguramente porque mandó inscribir en su lápida unos versos.

Epitafio de Shakespeare. (Fuente).

Buen amigo, por Jesús, abstente
de cavar el polvo aquí encerrado.
Bendito sea el hombre que respete estas piedras,
y maldito el que remueva mis huesos.

No me extraña que no hayan querido mirar qué hay ahí. Incluso existe la leyenda de que sus obras están enterradas con él.

O sea, que el Día del Libro se celebra por el fallecimiento de Shakespeare y Cervantes que, en realidad, no murieron en ese día. Pues vaya. ¡Un momento! ¡A lo mejor el Inca Garcilaso (1539 – 1616) sí que murió ese día! Bueno, en realidad no lo sabemos. Lo único seguro es que su muerte se produjo entre el 22 y el 24 de abril de 1616. Claro, el día 23 quedaba perfecto, pero la verdad es que no se sabe. Vaya, los milagros no existen.

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