viernes, 4 de noviembre de 2016

La noche que nació Frankenstein

Sin duda, era el momento y el lugar. Aquella noche, en algún momento entre el 15 y el 20 de julio de 1816, los astros estaban alineados para que la literatura de terror sufriera una sacudida histórica. El contexto histórico, el lugar y los protagonistas eran los adecuados. Y la influencia que tuvo en la literatura y en la cultura popular posterior es, simplemente, gigantesca. Y es que, ¿quién no conoce al monstruo creado con trozos de cadáveres? ¿Al doctor gritando: ¡Está vivo!, ¡está vivo!? Todo el mundo conoce la historia, ha visto películas, incluso parodias. Cientos de obras modernas se inspiran en Frankenstein.

Vamos por partes. ¿Cuál era el contexto histórico? Estamos en 1816. Las guerras napoleónicas han dejado Europa devastada. Pero si por algo se recuerda este año es por ser el Año Sin Verano. Al parecer, la descomunal erupción del volcán Tambora, en Indonesia, sumada a un descenso de la actividad solar, provocaron que el verano en el hemisferio norte fuera frío, lluvioso y desapacible. Y si a eso le sumamos que la historia sucede en Suiza, hay que añadir nevadas y ventiscas.


Frankenstein
Este es el monstruo, no es Frankenstein. (Fuente).

lunes, 18 de julio de 2016

Donde dije Diego, digo dichos

En episodios anteriores de Palabros Encadenados hemos hablado de las frases hechas del español, y de sus curiosos orígenes. Las frases hechas también pueden llamarse modismos, y no hay que confundirlas con los refranes. Se caracterizan porque su significado no es el que se deduce de las palabras que lo forman (recordad “echar un polvo” o “poner los cuernos”) y porque no se pueden modificar. Normalmente, son imposibles de traducir a otras lenguas, aunque casi todas las lenguas tienen expresiones equivalentes. Vamos a continuar con ese tema, pero nos vamos a centrar en un tipo muy específico de frases hechas. Aquellas protagonizadas por personas. Ya sabéis, Perico el de los palotes (expresión ya usada en tiempos de Felipe II); o fulano y mengano (que vienen del árabe y significan “persona cualquiera” y “quien sea”).

Más feo que Picio: A principios del siglo XIX, durante la Guerra de la Independencia, vivió en Alhendín (Granada) un zapatero llamado Francisco Picio. No sabemos los delitos que cometió, pero sí sabemos que fue condenado a muerte. Poco antes de la ejecución, rezando en la capilla, le dieron la noticia de que acababa de ser indultado. Al parecer, la impresión que le causó la buena noticia fue tan grande que perdió todo el pelo, incluido el de las cejas y las pestañas, y su rostro se deformó con quistes y bultos.

No es Picio (aunque podría serlo), es El tío Paquete, de Goya.

lunes, 2 de mayo de 2016

El (errado) Día del Libro

Todos los años celebramos el Día del Libro el 23 de abril. El nombre oficial que le da la UNESCO es Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. Su objetivo es promover el fomento de la lectura y el respeto a los derechos de autor a nivel internacional. Aunque no todos los países lo celebran el mismo día, la fecha está bastante arraigada. La mayoría de naciones lo celebran en mayor o menor medida. En España, por ejemplo, es el día de entrega del Premio Cervantes, concedido por el Ministerio de Cultura y considerado el galardón más importante para autores en lengua castellana.

¿Por qué el 23 de abril? Bueno, seguro que la mayoría lo sabéis. El 23 de abril de 1616 murieron dos de los autores más importantes de la historia de la literatura. Ambos son el pilar sobre el que se asienta la literatura de sus respectivas lenguas, el español y el inglés. Me refiero, por supuesto, a Cervantes y a Shakespeare. Evidentemente, es una razón de peso. La conjunción cósmica de que fallezcan el mismo día del mismo año dos figuras del peso de estos dos es un milagro estadístico. ¡El mismo día del mismo año! También falleció ese mismo día del mismo año el Inca Garcilaso de la Vega, otro autor muy importante, aunque no tan conocido para el gran público. ¡Milagro! ¡Los tres el mismo día!

No creo en los milagros.

Cervates jauregui.jpg
Retrato de Cervantes atribuido a Juan de Jáuregui. No es su cara de verdad

domingo, 10 de abril de 2016

¿Lenguas muertas? No, lenguas moribundas

En nuestro planeta vivimos aproximadamente 7000 millones de personas, y hablamos unas 6000 lenguas. Un cálculo rápido nos dirá que la media sale a algo más de un millón de hablantes por cada lengua. Pero los números sólo son números, y la realidad es mucho más compleja: tenemos lenguas como el chino mandarín, hablado por más de 800 millones de personas, o el español, que tiene más de 550 millones de hablantes (si contamos también a los que la han estudiado); y tenemos otras habladas por apenas un puñado de gente. Las razones de esta desigualdad son profundas, y es difícil explicar por qué ocurre esto, pero hay que entender que las lenguas son organismos vivos: nacen, se desarrollan y, a veces, mueren. Además, no debemos olvidar que los seres humanos influimos en ellas: las leyes, las guerras y las ideas les afectan, y eso provoca que unas prevalezcan sobre otras.

Pero este artículo no va por ahí. Vamos a dar a conocer algunas lenguas minoritarias. Muy minoritarias. La leche de minoritarias. Porque, para que os hagáis una idea, una lengua que podríamos considerar poco extendida, por ejemplo, el gallego, es hablada por más de 2 millones de personas. Pero esto es una multitud comparado con los idiomas que vamos a estudiar en este artículo. ¿Cómo te sentirías si fueses el único hablante de tu lengua? Pues, aunque parezca increíble, es real. Y para descubrirlo, tenemos que hacer un viaje alrededor del mundo. Ale.

¿Seguro que por aquí se va al centro comercial? (Fuente).

martes, 22 de marzo de 2016

Un misterio de la leche: el manuscrito Voynich

Las ciencias tienen grandes misterios. El universo, en su inmensidad, esconde secretos que quizá nunca podamos descubrir. La historia también está llena de sucesos misteriosos que probablemente nunca podamos desvelar. El estudio de las lenguas, aparentemente, no es tan apasionante, pero de vez en cuando aparece algo tan misterioso, tan indescifrable, que tiene a lingüistas, historiadores y eruditos de muchos ámbitos completamente fascinados.

Y es que la palabra clave es esa: indescifrable. El enigma al que nos enfrentamos es un texto que, hasta el momento, nadie ha sido capaz de leer. Y mira que ha habido lenguas extrañas a lo largo de la historia. Pero, por desgracia, no tenemos una piedra Rosetta que nos ayude en esta ocasión. Hace 500 años que estamos intentando averiguar qué es lo que pone en ese texto, hasta ahora casi sin resultado. Se trata de uno de los mayores misterios de la lingüística. ¿Qué dice el manuscrito Voynich?

Qué bonito todo, ¿eh? (Fuente)

miércoles, 9 de marzo de 2016

Deshaciendo frases hechas

¿A qué no es lo mismo una hamburguesa con kétchup que sin él? ¿Y una ensalada sin aliño sabe igual? Los ingredientes son los correctos pero… falta algo. Pues el equivalente en las lenguas al kétchup y a los aliños son las frases hechas. Cuando estudiamos un idioma, aprendemos su gramática, su vocabulario, la pronunciación, etc. Pero, incluso aunque hablemos un idioma a un nivel avanzado, seguirá siendo una hamburguesa sin kétchup. Sólo saborearemos totalmente el valor de una lengua, su riqueza y sus matices, si conocemos sus frases hechas.

Y es que las expresiones populares son un campo mucho más profundo de lo que parece. Combina la lingüística con la historia y con la etnología (el estudio de las sociedades humanas), y nos ayuda a definir a los pueblos. Y además te ríes. Te ríes un montón, porque algunas expresiones tienen orígenes tan literarios, tan novelescos, tan cómicos, que parecen de mentira. Pero son de verdad.

Vamos a lo que importa. ¿De dónde vienen las frases hechas del español?

Menuda porra tengo. (Fuente).

miércoles, 24 de febrero de 2016

El día que a Agatha se le fue la olla

Si os preguntaran cuál es el escritor más traducido del mundo, ¿qué responderíais? A mí me lo preguntaron y dije que Shakespeare (¿realmente fue un autor?). Parece lógico ¿no? Otros dirán que Cervantes, Dumas, Dickens, o incluso Homero (si es que existió). Pues no es ninguno de esos. Desde los años 70, la Unesco lleva la cuenta exacta de cuántas traducciones se hace de cada autor (puedes consultarlo aquí), y la lista está llena de sorpresas. Shakespeare es el número 3; Dumas, el 13; Dickens, el 25; y el único autor en castellano de los 50 primeros es García Márquez, en un espectacular puesto 49. En las primeras posiciones aparece gente como Danielle Steele o Nora Roberts, autoras de novela rosa, e incluso algún escritor de cómics como René Goscinny. Pero la primera, la creadora que ha llegado a más rincones del mundo, es Agatha Christie.

La reina del suspense, la emperatriz de las historias detectivescas. Creadora de Hercules Poirot, icono de los investigadores solo superado por Sherlock Holmes. La gran dama de la vuelta de tuerca, del final inesperado. Agatha Christie (1890 – 1976) publicó más de 70 novelas, la gran mayoría de ellas historias de detectives, además de relatos, poemas y obras de teatro. Una de ellas, La ratonera, batió todos los récords, al representarse ininterrumpidamente desde 1952. ¡La han hecho más de 25 000 veces! Para que luego digan que Pretty Woman la repiten mucho.

Sonríe porque está pensando en asesinatos. (Fuente).

miércoles, 10 de febrero de 2016

A cada paso, salta un gazapo (parte 2)

Los medios de comunicación son una fuente inagotable de ejemplos para los cruzados de la lengua, como yo. Precisamente inauguré este blog con unas cuantas muestras de cómo no se debe escribir (puedes leerlo aquí). Hablamos en aquel artículo de errores ortográficos, y de puntuación pero, en realidad, los fallos más habituales no son culpa de las tildes o de las comas. El motivo es el más básico: no releer lo que se escribe. Dedicar apenas unos minutos a repasar el texto que acabamos de escribir evitaría la gran mayoría de meteduras de pata. Eso, o la presencia de un corrector (me refiero a un ser humano, no al corrector de Word).

Errores de elección de palabras

Y es que, como ya he dicho en alguna otra ocasión, hay veces en que lo que suena tan bien en nuestra cabeza no tiene ningún sentido en el papel (¿recordáis a la señora de 103 años que murió dos días consecutivos?). Mirad, por ejemplo, lo que hizo esta ambulancia.

miércoles, 3 de febrero de 2016

El código Napoleón: la Piedra Rosetta

A todo el mundo le fascina el antiguo Egipto. Es misterioso, exótico, sus monumentos son impresionantes. Napoleón no fue una excepción. Aunque escondía intenciones más prácticas, gracias a él (más o menos) pudimos descubrir muchas cosas hasta entonces desconocidas sobre el país de los faraones. Sin ir más lejos, su misteriosa escritura. Los jeroglíficos, esos dibujitos grabados en las paredes de los obeliscos en los que hay pájaros, hombrecitos, soles…

Vamos a aclarar las cosas. La escritura de los egipcios es más compleja de lo que parece (y ya parece la leche de compleja). En realidad, hay tres tipos de escritura: los jeroglíficos propiamente dichos; la escritura hierática, que era una forma abreviada de la jeroglífica usada para textos religiosos; y la demótica, que a su vez simplifica la hierática, y se utilizaba sobre todo para asuntos cotidianos.

Pajaritos, hombrecitos, barquitas... (Fuente)

miércoles, 20 de enero de 2016

Góngora vs Quevedo, el derby

El siglo XVII es conocido en España como el Siglo de Oro. Desde luego, en literatura, no ha habido en nuestro país un siglo ni siquiera comparable. Oído al parche: Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo, Calderón de la Barca, Tirso de Molina o Juan Ruiz de Alarcón. Esta constelación de estrellas, este Dream Team de la pluma se concentró en un periodo que abarca, aproximadamente, desde 1580 hasta 1680. La poesía, la narrativa y el teatro alcanzaron su máxima expresión.

Sin embargo, todos estos autores no eran precisamente una pandilla de amiguetes. Las envidias, los éxitos y los fracasos hicieron mella en sus relaciones personales. El caso de Góngora y Quevedo es, sin duda, el mejor ejemplo. A todos nos han contado que se odiaban a muerte, que dedicaban interminables horas a escribir versos y más versos para insultarse y humillarse el uno al otro. Pues, ¿queréis saber un secreto? No fue para tanto.

El narizón contra el cuatro ojos